ISLA NEGRA
La ventana abierta
como un suspiro inmune
mostraba el día esparcido allá a lo lejos y tu tumba constelada frangante de flores y líneas, innumerables pasos acumulados del mundo que concurren para alabarte. Cuando el sol decrece infrarrojo hacia la noche haciendo parir las aguas en combate y las algas peinan sus cabelleras el rugido enorme de los mares inventa un nuevo ciclo, tan solo por tu nombre. El viento avienta las rocas en la arena como un grito estremecido de pájaros salvajes y va la espesura del globo más allá de los ojos en el combate interminable hacia el infinito. Allá los días llenos de amaneceres con peces y estaciones ondean estandartes nupciales que a la postre de tus palabras paren millones de palabras y páginas interminables. Porque tú residencia es más allá de la tierra. Los espacios que tus alas cubren como un invierno de nieve hacen girar las aguas y estrecharse, y a cada estallido de espuma o de aire las nubes rescatan átomos y partículas de tu estirpe. No es tan afortunado el barco o cascabel de juguete que se queda entumecido cuando mira tus riberas, como la placidez de tus caracolas, ni los ojos de tus peces, ni las sábanas de tu alcoba, (donde anclaste profundos garfios y tentáculos de lenguas) ni tus campanas crucificadas, ni los ángeles retenidos, ni el cielo de tus vasijas, o el negro de tu traje, ni los secretos de tus sombreros (que guardaban poesía y voces sin nunca decirlo). Para que hablar de tu pluma de mortuoria fisonomía sin ti, como una línea inconclusa cien veces, mil veces a través del planeta. De bruces, procedería de bruces sobre tu arena sólo por oír su eco, su origen como predicamento hasta el centro de la tierra, desde la garganta oscura de su tumba, desde el silencio de su cuerpo y el salitre de sus huesos eternos, como un vendaval de meteoros y espaciales elementos, de su vista etérea y ancestrales cereales locuaces. De bruces estaría tendido, tendido de bruces y ahogado como un cetáceo andino, o un sumergido bosque sin alas, sin lianas para asirme en lo profundo o al ocaso del orbe antiguo, antes de los días del sol y del chispazo matutino, y las fragatas estelares que partieron tras la explosión del silencio.
22.01.2008
Página con textos del autor: http://www.loscuentos.net/cuentos/local/valente/
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viernes, 26 de julio de 2013
Invitado a nuestro cuarto encuentro: poeta popular Valentín Gajardo
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