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Patricia Gómez, en una de sus visitas a Chiapas, México. |
PALABRAS
Las palabras…, van ardiendo en mi vientre,
ahí las acuno y embriago con mi deseo,
las aquieto con el amor que muerde voraz las letras,
las siembro en una tierra que orilla mi calma,
les doy vida con mi humanidad, que no es menor,
por Dios, que no es menor y por fin …, desaparezco en todo.
RENACER
En los miles de deslindes que se inserta mi palabra,
me deshago, completa e imperfecta,
me deshago en el tiempo que se curva en mi vientre,
en mis muslos, en el ángel que me cuida.
Es mi alma y es mi sangre y son mis dedos,
es mi tacto racimos de un silencio
que se ahonda en la curvatura
más extensa de mi ojo, de mi lengua de miel,
de mis poros de canela, de todo yo,
de toda mi femineidad, de todo lo que soy.
Del Dios que me habita, del que habito,
del que soy.
En los miles de comienzos,
en todos los finales que dan mi nueva partida,
mis muertes, mis eternos e incansables nacimientos,
en todos renazco una y otra vez,
floreciendo y muriendo eternamente.
¿POR QUÉ ESCRIBO?
Escribo para el agua
que corre hambrienta por la tierra,
por los dioses que habitan en mis cerros,
aquellos que se empinan en mi sangre,
partiéndome los días con su espera.
Escribo,
por aquello que veo y me duele de la vida,
por el dolor que camina cabizbajo por mi lado.
Escribo, por los pobres, ¡los podridamente pobres!,
aquellos que lloran por migajas de alimento,
los que rompen la palabra con los ojos,
los que mueren en la misma tierra nuestra,
pero solos…, ¡Por Dios, abísmantemente solos!
¿y el mundo? ah…, el mundo mira indiferente,
sentado desde un palco de ironía.
Escribo por aquellos,
que están secos de esperanza.
Con el llanto derretido en las pupilas.
Con el miedo lacerándoles el alma.
Escribo para ti, si, para ti
que juegas con mi piel sin saberla de tus labios,
jamás canela de tus aguas, nunca miel de tus panales.
Y aún así, escribo para ti.
Escribo en el destiempo de un espacio,
Con un violín emancipándose en mi mano,
por la ira que se frunce en mi lamento.
Escribo en las sombras de la muerte
En la vida que brota de mi vientre.
Por la risa que me entrega un mar ajeno.
Escribo a la mujer,
Para ti mujer que lates en mis poros
a través de siglos de vivencias,
por ti y para ti, hembra, fémina, ¡gigante!
que lates hierofante
en mi vientre de manceba,
en la de fiera herida,
en la de vid inagotable, en la sumisa.
Por aquellas que mueren en manos de sus machos,
los rudos, fuertes, ¡sus hombres!.
En la que arde en su celo por las noches.
La que hurta del lamento, un poco de alegría.
Escribo para ti, mi Dios, que aún sin forma
me mueves por completo.
Por los libros que se apilan en mi estante.
A mis ojos que se gastan
despacio entre las letras,
tan quedos y despacio
a través de un tiempo inexistente.
Escribo para no morir en la palabra,
escribo porque de otra forma
moriría…, de tristeza